El Festival Internacional de San Sebastián incluye este año 2024 en su programación de la Sección Perlak el largometraje ganador del “Cristal a Mejor Largometraje” del festival de Annecy.
Nominada en Donostia al “Premio del público” y en Sitges a “Mejor largometraje de animación”, la película dirigida y escrita por el australiano Adam Elliot nos muestra el relato (narrado en primera persona y voz en off) de la vida de Grace Pudel, una mujer solitaria e inadaptada a la que le apasionan los caracoles. Tanto es así que la afición se convierte en una obsesión con el paso de los años.
Grace nos mostrará su vida, en sus diferentes etapas, junto a su mellizo Gilbert y su amiga Pinky, alrededor de los años 70, en Australia.
La propia premisa del título es sólo un atisbo de la metáfora en que se transforma la vida de la protagonista. Pero ¿qué es un caracol? ¿Es un alimento, como los famosos “escargó” de Pretty Woman o El Hoyo, en el que se nos descubre un ingrediente opulento y exclusivo al que sólo accede un reducido estrato social? ¿O es una fábula de la que aprender sobre el valor de la paciencia y la constancia? ¿Puede ser quizá el rectángulo áureo, la representación matemática de la belleza en la naturaleza? Lo cierto es que se pueden encontrar muchas interpretaciones y significados que extraer de este animal tan peculiar, hermafrodita y símbolo de la primavera, y muchas de ellas reflejan una pequeña pieza de las que componen este filme.
Grace entabla el diálogo con el espectador nada más iniciar la segunda secuencia a través de su relato. De manera, que el elemento del caracol inicia como un canal y un identificativo. El animal es liberado e inicia su lento recorrido. Apelando a las “conchas metafóricas” de cada individuo que cargue con el peso emocional de la vida misma, de sus memorias y el paso del tiempo. “Papá decía que la infancia es como estar borracho.” Con estas palabras amargas y empapadas en melancolía comienza un trasfondo de soledad y duelo a través de la niñez, adolescencia y juventud de la protagonista.
En sus imágenes y en su diseño artístico se encuentra un estilo timburtoniano en el que los sepias sustituyen, en esta ocasión, al clásico monocromo en blanco y negro del productor y director americano. Pero no es lo único en lo que Adam Elliot parece referenciarse, pues la elección del stop-motion como escenario del rodaje hace alusión a una técnica muy caracterizada por la madurez encontrada siempre en sus texturas y expresión creativa. Un formato en el que encontramos, en su mayoría, narrativas adultas y de diversos géneros más allá de los infantilismos comunes, y que para el director australiano ha servido como recurso visual para plasmar una dialéctica adulta, abriendo una perspectiva sobre el duelo desde la niñez, el miedo, el acoso, la inadaptabilidad y el amor desde la familia y la amistad.
Memoir of a Snail, es en su esencia misma, una espiral (también algo timburtoniana) y, por lo tanto, un caracol. Una historia en constante movimiento, llena de altos y bajos como la montaña rusa a la que iban con su padre.
Pero también es la materialización de una fragilidad acorazada en la que encontrar un refugio desde el que observar y permitirse sentir para asumir el dolor. El caracol desde su coraza saca sus antenas cuando sale el sol y continua su camino silenciosa y lentamente como la vida de Grace discurre con el paso del tiempo, permitiendo a muy pocos entrar en ella.
El positivismo que caracteriza a Grace se transforma de espectro a activo cuando al llegar Pinky a la historia. Una anciana vivaracha que ha convertido la vida en una aventura por la cual sonreír al mirar atrás.
En sus escenarios también se vislumbra un afán por el frenesí acumulativo en el que los objetos, las personas y las vivencias son reliquias necesarias de guardar en frascos y conchas para observarse desde un cristal. Y es por esto por lo que el personaje de Pinky es el principio y el fin de la narrativa del relato. Sin embargo, Gilbert es el elemento de conexión con la realidad y el carpe diem, dejando atrás el polvo de los recuerdos y la pila incesante que no deja respirar ni vivir a Grace.
El personaje de George Clooney en la película de Up in the air utilizaba una mochila para referirse al peso de la vida, la acumulación de las personas, las relaciones, la incesante capitalización de la cotidianidad, etc. Y de cómo había que vaciar la mochila para poder volver a meter algo en ella.
La metáfora funcionaba para comprender el trasfondo del personaje de Clooney, y para este filme, el caracol cobra el mismo significado. Pero sin perder de vista las lecciones que se han aprendido en el camino que queda aún por recorrer.