CRÍTICA: “El sueño de la sultana” (SSIFF 2023)

Festival Internacional de Cine de San Sebastián 2023

“Como pintar un cuadro”, define Isabel Herguera, directora de El sueño de la sultana, el proceso de creación de la película que se ha alzado con el Premio Irizar del Cine Vasco en la 71ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. No solo eso, sino que además ha sido la primera película de animación europea en competir por la Concha de Oro en la sección oficial del SSIFF. Y a juzgar por las palabras de la cineasta, no es de extrañar que sea un film tremendamente pictórico.

El sueño de la sultana, que llegará a las salas españolas el próximo 17 de noviembre, invita al espectador perderse entre la belleza de su expresionista animación. De marcado carácter autobiográfico, la historia sigue la travesía de autodescubrimiento de Inés, una cineasta vasca que queda fascinada por la novela El sueño de la sultana, de Begum Rokeya Hossain.

Con esta premisa, la película se adentra profundamente en la cultura india, y en el papel de la mujer en ella, si bien en ocasiones parece olvidarse de lo que supone la experiencia para su protagonista, y esta pasa a ser una extraña pasajera entre secuencias que se unen entre sí como si de un collage se tratara. El relato fílmico convencional queda enterrado entre diálogos que pecan de demasiada exposición y dispares segmentos de la vida de la artista que no logran armar una justificación del todo coherente para la historia que se nos narra. La cinta acaba expresándose mucho mejor a través de sus imágenes que de sus palabras, elevándose cuanto más se adentra en el terreno onírico.

Aun así merece la pena dejarse arrastrar por la mano que nos tiende Inés y perderse por las fascinantes formas de El sueño de la sultana. La ópera prima de Isabel Herguera parece suponer la culminación de toda su trayectoria fílmica hasta ahora, y de su estilo personal desarrollado a través de sus múltiples cortometrajes. En su salto a los 90 minutos le acompañan también su trazado artesanal, juegos de perspectivas, heterogeneidad de distintas técnicas de animación e incluso personajes y elementos conocidos de su filmografía.

Es precisamente el baile entre formas lo que acaba resultando la parte más interesante de la propuesta: el viaje ―que aunque errático, no deja de ser una delicia visual― de Inés entre acuarelas, que supone la mayor parte del metraje; y dos breves segmentos, la vida de Rokeya, autora de la novela original, contada a través de recortables imitando el teatro de sombras del siglo XIX; y la adaptación de la historia de «Ladyland», realizada en el estilo «Mehndi» utilizando la henna.

En definitiva, aunque puede resultar un vaivén sin rumbo fijo para algunos espectadores, merece la pena zambullirse de lleno en la epopeya personal que nos propone la autora y dejarse llevar por el encanto de su estética, aun sabiendo que para disfrutar este viaje es imprescindible olvidarse del destino.

Calificación Animatic